
Especialista en la temática que presenta, las relaciones
que nos atan y alejan de los demás, García sostiene el tono de una narración
pausada, a ratos vibrante y a ratos artificial ─nunca artificiosa, por fortuna─ que apuntala cada fotograma en un reparto presidido
por una estupenda Naomi Watts, contundente y naturalmente gélida en su
recreación de una forzosa y forzada mujer independiente en extremo, capaz de
alterar las existencias de quienes le rodean en su búsqueda de un éxito que,
desde la cima, subraye la potencia de la soledad. Confrontada a ella, en la
distancia, Annette Bening sufre lo indecible con mismo propósito ─lo arisco de los caracteres
de una y otra se encuentra en las antípodas de la humanidad─ pero contrastado camino hacia su consecución, en buena parte gracias al siempre
agradecido Jimmy Smits,
sustancial anclaje del cambio de tono de la película en su evolución hacia el
tratamiento cinematográfico de un tema igualmente interesante, la intimidad
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