martes, 9 de julio de 2013

ANIMALARIO: LA BOA, por Susana Dufur

                                                                                                     
Se mimetiza con el silencio. Sólo un murmullo de hojas
predice que llegará arrastrando el cilíndrico y alargado cuerpo con sensuales movimientos de ondulación lateral.
Se despereza abriendo las mandíbulas, como realizando un ejercicio de elongación, mientras los opacos ojos oblicuos se muestran indiferentes al paisaje, aun estando alertas, acechantes.
Y entre bostezo y bostezo, la bífida lengua reconoce las cercanías, intentando detectar el sabrosísimo aroma de algún murciélago, un ratón, un ave, una lagartija, alguna rana.
Hace ya dos meses que abrazó a su última presa, una garza del pantano, una mortal y prolongada caricia, y las crías consumen su energía.
El invierno la obliga a refugiarse bajo el sol, un tibio sol, almacenando el anhelado calor, para poder desplazarse con comodidad en la noche, por el territorio explorado.
Está prisionera de sí misma, mudando la piel por enésima vez, y particularmente irascible.
Ningún macho se acercará por ahora.
Su soledad es completa.
Pero está cansada.
Decide que éstas serán sus últimas crías.
Ahora anhela que la leyenda se haga realidad, para volver a ser el animal más hermoso sobre la tierra, que al fin crezcan sus alas, y así volar hacia el horizonte y no arrastrarse jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario