miércoles, 10 de julio de 2013

Animalario,,,La Hormiga por SUSANA EBBENS

                                
Ahí va, siguiendo impertérrita la hilera. Todo en ella es sorprendente: su pequeñez y su
tesón, la solidaridad con sus congéneres y su espíritu destructor. Nadie al verla creería
 que es una superviviente, que ha permanecido casi inmutable en el transcurso de la
historia de la tierra, mientras animales más fuertes, más grandes, más agresivos, se han
 transformado o extinguido. Hasta su cuerpo es excesivamente complejo para tan
 pequeño ser. En sus tres segmentos articulados posee dos pares de ojos, un
cerebro de buen tamaño, y hasta antenas para comunicarse con su mundo, que mantiene
 impecables con los ganchos limpiadores que tiene en sus patas anteriores. El tórax,
donde se alojan sus seis patas, se une con el abdomen por medio de una cinturita
de avispa. El abdomen tiene una constitución que asombra, ya que en su ínfimo espacio
 alberga dos estómagos, en uno de
los cuales almacena la comida para alimentar a la reina  y a las hormigas que, por
alguna razón, permanecen en el nido.
Los “estudiosos” la admiran y alaban: insecto social, habitante de un pueblo progresista,
con vida cooperativa en la que no se admiten peleas internas; la más desarrollada del mundo
 de los insectos; la más laboriosa; la más organizada; la ejemplar…
De los hormigueros dicen que son ”algo más que simples montículos de despojos y que el
 interior de estas, sus casas, está surcado de túneles y pasillos, a los que mantiene
 limpios y ordenados”. Claro, para ella es muy fácil, porque cuando camina sorteando
 obstáculos y, con su gran sentido de la orientación llega a su vivienda subterránea,
 lo hace socavando la tierra, causando daño, destruyendo zócalos y dejando sus
 montículos de despojos, convirtiendo las habitaciones de una casa en paisajes lunares,
y obligando a vivir a la gente, conteniendo la respiración para evitar el desagradable
 olor de los venenos variados con que, infructuosamente, se intenta librarse de ella y sus
 amigotas.
atuendo. Allí priman los recuerdos de la infancia de cualquiera a quien le hayan leído
cuentos… y aparece entonces la hormiguita viajera. Y ese “cualquiera” hasta podría
deshacerle las trenzas y despojarla de su falda roja, para reencontrarse con su
enemiga, y con  insólita maldad, descubrirse deseándole una suave pero molesta artrosis en
cada una de sus incansables patas.
Si fuera hombre,  sería quizá un político, almacenando para sí sin importarle mucho el mal
que causa a su paso… O un cartero de los de antes, caminando tenaz y responsable bajo
la lluvia, el frío o el sol ardiente y abrasador.
Si una hormiga soñara, creo que anhelaría ser alta y bella. Ir por ahí segura y firme,
sin temer constantemente el pisotón que acabe en un segundo con su vida monótona,
organizada, trabajadora…
La memoria de ese “cualquiera” hasta podría jugarle una mala pasada, para recordar al
autor o autora de una poesía en la que una madre sufre por la insensibilidad de su hijo
cuando lo ve pisar una hormiga::
“…y tu inocente pie pisó una hormiga.
Tú seguiste jugando por el patio.
Rezo estos versos yo por la hormiguita.”
Ahí va, siguiendo impertérrita la hilera. Todo en ella es sorprendente: su pequeñez y su
tesón, la solidaridad con sus congéneres y su espíritu destructor. Nadie al verla creería
 que es una superviviente, que ha permanecido casi inmutable en el transcurso de la
 historia de la tierra, mientras animales más fuertes, más grandes, más agresivos,
 se han transformado o extinguido. Hasta su cuerpo es excesivamente complejo para tan
 pequeño ser. En sus tres segmentos articulados posee dos pares de ojos, un cerebro
 de buen tamaño, y hasta antenas para comunicarse con su mundo, que mantiene
impecables con los ganchos limpiadores que tiene en sus patas anteriores. El tórax, donde
se alojan sus seis patas, se une con el abdomen por medio de una cinturita de avispa. El
 abdomen tiene una constitución que asombra, ya que en su ínfimo espacio alberga dos
estómagos, en uno de
los cuales almacena la comida para alimentar a la reina  y a las hormigas que, por
 alguna razón, permanecen en el nido.
Los “estudiosos” la admiran y alaban: insecto social, habitante de un pueblo progresista,
 con vida cooperativa en la que no se admiten peleas internas; la más desarrollada del
mundo de los insectos; la más laboriosa; la más organizada; la ejemplar…
De los hormigueros dicen que son ”algo más que simples montículos de despojos y que el
interior de estas, sus casas, está surcado de túneles y pasillos, a los que mantiene
 limpios y ordenados”. Claro, para ella es muy fácil, porque cuando camina sorteando
obstáculos y, con su gran sentido de la orientación llega a su vivienda subterránea, lo hace
 socavando la tierra, causando daño, destruyendo zócalos y dejando sus montículos de
despojos, convirtiendo las habitaciones de una casa en paisajes lunares, y obligando a vivir a
 la gente, conteniendo la respiración para evitar el desagradable olor de los venenos
variados con que, infructuosamente, se intenta librarse de ella y sus amigotas.
atuendo. Allí priman los recuerdos de la infancia de cualquiera a quien le hayan leído
cuentos… y aparece entonces la hormiguita viajera. Y ese “cualquiera” hasta podría
deshacerle las trenzas y despojarla de su falda roja, para reencontrarse con su
enemiga, y con  insólita maldad, descubrirse deseándole una suave pero molesta artrosis en
cada una de sus incansables patas.
Si fuera hombre,  sería quizá un político, almacenando para sí sin importarle mucho el mal
 que causa a su paso… O un cartero de los de antes, caminando tenaz y responsable bajo
 la lluvia, el frío o el sol ardiente y abrasador.
Si una hormiga soñara, creo que anhelaría ser alta y bella. Ir por ahí segura y firme,
sin temer constantemente el pisotón que acabe en un segundo con su vida monótona,
organizada, trabajadora…
La memoria de ese “cualquiera” hasta podría jugarle una mala pasada, para recordar al
autor o autora de una poesía en la que una madre sufre por la insensibilidad de su hijo
cuando lo ve pisar una hormiga::
“…y tu inocente pie pisó una hormiga.
Tú seguiste jugando por el patio.

Rezo estos versos yo por la hormiguita.”

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