UNA CANCIÓN PARA MARION - 2012
Título original
Song for Marion (AKA Unfinished Song)
- Año 2012 Duración 93 min.
- País Reino Unido - Director Paul Andrew Williams -
Guión Paul Andrew Williams -
Fotografía Carlos Catalán - Reparto Vanessa Redgrave, Terence Stamp, Gemma Arterton, Christopher Eccleston, Barry Martin, Taru Devani, Anne Reid, Elizabeth Counsell, Ram John Holder, Denise Rubens, Arthur Nightingale, Jumayn Hunter, Orla Hill, Calita Rainford
Sinopsis
Una mujer mayor, enferma de cáncer, encuentra un
remanso de paz en un grupo de señores jubilados que se reúnen para cantar. Su
marido, un hombre gruñón y controlador, además de considerar inadecuada la
conducta de su mujer, tiene una pésima relación con su hijo.
NUESTRA CANCIÓN INACABADA
Marion (Vanessa Redgrave) se está muriendo. Su marido, Arthur (Terence Stamp) es su fiel
compañero de fatigas, su mejor amigo y gran sobreprotector, un hombre huraño y
malhumorado que sólo se muestra vulnerable ante su mujer (o eso cree él).
Marion participa en el coro local de
la tercera edad, que se prepara para una competición regional. Este
pasatiempo ayuda a Marion a soportar los duros momentos que atraviesa, pero
Arthur cree que su mujer no está para esos trotes -es decir, para rapear y rockear como los jóvenes.
La directora del coro, Elisabeth
(Gemma Arterton), intentará convencer a Arthur de que se una al grupo y los
ayude a ganar el concurso con su dulce y profunda voz.
Así
funciona Una canción para Marion, uno de esos dramas que se aproximan a los temas más duros desde una
perspectiva optimista. Sus giros, sus recursos que consiguen
conmover a los espectadores y, de fondo, su corazón bombeando fuertemente. La película de Paul Andrew Williams es una apuesta
segura, en el mejor sentido de la expresión. No hay nada fuera
de lugar en Una canción para Marion.
Cumple las expectativas sin salirse en ningún momento de su esquema, y resulta reconfortante.
Lo
hemos visto muchas veces: un grupo de personas en el último capítulo de sus
vidas demostrando que nunca es tarde para hallar la felicidad. Y esta
cantinela, por muy repetitiva que sea, acaba tocando la fibra sensible, lo
queramos o no. Porque todos
necesitamos a alguien que termine nuestra canción inacabada.
Para
que este tipo de relatos tengan el efecto deseado en el público (sollozos,
sonrisas y ganas de vivir), un buen reparto es determinante. Y afortunadamente,
Una canción para Marion
cuenta con ese elenco.. Terence Stamp está perfecto en su papel de gruñón
antisocial sin ningún tipo de intención de agradar a nadie, ni siquiera al
espectador. Vanessa Redgrave está magnífica, en un equilibrio perfecto entre
vulnerabilidad y fuerza. El hijo de la pareja está interpretado por Christopher Eccleston, el mismísimo
Ninth Doctor, con el
que Stamp comparte un par de escenas destacables. Sin embargo, la verdadera revelación de Una canción para Marion es la infravalorada y no siempre aprovechada por
el cine,Gemma Arterton.
Su Elisabeth es quizás el personaje más interesante y con más aristas de la
película. Los ojos llenos de lágrimas y la sonrisa radiantemente triste de
Arterton son lo mejor de Una canción para
Marion.
EL ÚLTIMO CONCIERTO – 2012--
Título
original A Late Quartet – Año 2012 – Duración
105 min. – País Estados Unidos – Director Yaron Zilberman - Guión Seth Grossman, Yaron Zilberman Música
Angelo Badalamenti - Fotografía Frederick
Elmes - Reparto Philip
Seymour Hoffman, Catherine
Keener, Christopher
Walken, Mark Ivanir,
Imogen Poots,
Wallace Shawn,
Madhur
Jaffrey, Liraz Charhi,
Megan
McQuillan, Marty
Krzywonos
Sinopsis
Tras 25 años
cosechando éxitos y gozar de fama mundial, y en plena preparación de un
concierto para celebrar su cuarto de siglo profesional, el futuro de un
cuarteto de cuerda de Nueva York recibe un duro golpe que puede poner en
entredicho su supervivencia. El violonchelista de la formación está padeciendo
los primeros síntomas del Parkinson, una enfermedad que en poco tiempo pondrá
fin a su carrera como intérprete. La incertidumbre sobre su futuro se apoderará
del cuarteto, dando rienda suelta a emociones reprimidas, egoísmos y reproches
que pondrán en entredicho años de amistad y colaboración profesional.
Acordes y desacuerdos
Uno de los
instantes más precisos de El último concierto (A Late
Quartet, Yaron Zilberman,
2012) muestra al personaje de Christopher
Walken, pulmón dramático que insufla aire al film, recordando a sus
alumnos su encuentro con el célebre Pau Casals. Tras tocar frente a él cuando
era un torpe aprendiz, en lugar de señalar sus múltiples defectos, Casals
destacó sus virtudes, aunque fueran involuntarias. Y lo demás, dejémoslo para
otros. Una lección que deberíamos aplicar más a menudo a la propia crítica
cinematográfica, a veces más preocupada en destruir y alabar sin término medio,
que en resaltar esos hallazgos que convierten cada película en única, que la
integran en la historia del cine. Por ello, quizás más que nunca sea el momento
de escribir sobre películas de las que realmente tengamos algo noble que decir,
que nos necesiten, que pidan a gritos que alguien las rescate. Y probablemente
este tampoco sea el espacio en el que hacerlo, he ahí el reto. Acerca de El
último concierto resulta tentador pensar en una retahíla de tópicos y
lugares comunes, en ocasiones la película no escapa de ellos, desde resaltar el
gran nivel de sus cuatro protagonistas hasta la comparación con la
reciente El cuarteto (Dustin Hoffman, 2012), en un ejercicio
que no sólo no llevaría a ningún sitio, sino que probablemente alguien ya habrá
hecho antes.
El
último concierto aborda con estricta planificación
narrativa -quizás excesiva- el devenir de un exitoso cuarteto de cuerda de
Nueva York, que se enfrenta a la enfermedad de uno de sus miembros y a su
posible desaparición. Asistimos a su fragilidad profesional tras 25 años de
carrera, pero también a la personal, la de un matrimonio y la de una amistad en
las que afloran todas las disputas, los resentimientos y los celos que estaban
silenciados por el sonido de la música y el éxito. Frente a la adversidad y la
sensación de traumática soledad con la que conviven todos sus personajes,
observamos la necesidad de búsqueda de armonía y compenetración musical entre
los intérpretes, otro de los temas que trascienden en el guión de Seth
Grossman co-escrito por Zilberman, llegando hasta el punto de que los propios
actores aprendieron a tocar sus instrumentos para dar credibilidad a la
película. Las referencias a la música clásica también son constantes, ya sean
explícitas en conversaciones o a través del diseño artístico, como veladas a
los reconocidos cuartetos Brentani o Guarneri, por lo que en realidad la
historia del cuarteto no tiene mayor relevancia, sino que ésta sirve de
escenario para esbozar las consecuencias que la música clásica deja tras de sí
en sus vidas, sus acordes y sus desacuerdos.
Pese a su
fuerte construcción dramática, casi terapéutica, el film adolece de cierta
espontaneidad en la puesta en escena, de algún sonido o imagen improvisados que
estremezcan más allá de la banda sonora de Angelo Badalamenti. El rol de la
hija de Seymour Hoffman y Keener y su relación con Mark Ivanir -sustituto a
última hora de Ethan Hawke-, junto al carisma y la integridad de Walken (cada
una de las palabras de su discurso final pueden servir como despedida a su paso
por la gran pantalla), son los mayores alicientes de una trama demasiado
ajustada y contenida, con miedo a desafinar, pero que afortunadamente, en lugar
de melodramatizar con el parkinson, resuelve su último concierto con estoica
naturalidad. Tal es así, que concluye en off, viendo el escenario desde la
platea. Porque la existencia se afronta mejor mientras la música suena, antes
de bajar el telón.
EL CUARTETO – RIGOLETTO EN APUROS –
2012 --
Quartet – Año
2012 - Duración 95 min. –País Reino
Unido - Director Dustin
Hoffman
Sinopsis
Un grupo de
viejos amigos que viven en una residencia para cantantes de ópera retirados
organizan cada año, coincidiendo con el aniversario de Giuseppe Verdi, un
concierto para recaudar fondos que les permitan mantener la casa en que viven.
Los problemas surgen con la llegada de una nueva residente.
MELODÍA DE VITALIDAD
Bajo
el ridículo nombre local de Rigoletto en
apuros –el nombre original es Quartet
y le hace más justicia- se estrena esta película que marca el debut del actor
Dustin Hoffman como director para adaptar a la pantalla grande una pieza
teatral de Ronald Harwood (guionista de EL PIANISTA y autor de EL VESTIDOR),
que en esta oportunidad también colaboró como guionista.
La música y la vejez van de la mano en la Residencia Beecham,
hogar que necesita financiamiento para no cerrar sus puertas en forma
definitiva y así dejar desprotegidos a sus residentes, todos ellos músicos o
cantantes de ópera que comparten el último tramo de su existencia contagiando
vitalidad pese a los achaques físicos, las enfermedades propias de la edad,
porque gozan de la música desde que se levantan por las mañanas; en los ensayos
durante el día y a toda hora, tanto dentro como fuera de la casona, dirigida
por una médica joven que apuesta a la terapéutica de la tercera edad desde las
actividades recreativas hasta el contacto con niños o adolescentes que los
visitan y reciben a cambio de clases o de la sabiduría de la edad.
Los protagonistas de esta comedia humanista, fresca y sencilla, son cuatro
ancianos encarnados nada menos que por cuatro notables actores que brillan en
sus respectivos papeles y aportan su carisma incuestionable en cada escena,
donde se nota el oficio para encarar con enormes matices, sensibilidad y
riqueza compositiva a sus personajes.
Entre este cuarteto es de destacarse por un lado Maggie Smith en su rol de la
ex diva de la ópera Jean Horton, quien en su época de esplendor artístico
también vivió tórridos y fugaces romances que le valieron una reputación
bastante cuestionable para la prensa e incluso dejó despechado a Reginald
Paget (Tom Courtenay), otro cantante prestigioso que integró el cuarteto en sus
épocas doradas junto a su amigo Wilfred Bond (Billy Connolly), un pícaro
seductor que no ha perdido las mañas ni el sarcasmo británico tan
característico.
Completa
el cuadro protagónico Cecily Robson (Pauline Collins), entusiasta soprano
también poseedora de un timbre celestial que padece esporádicas ausencias
o pérdida de memoria, aspecto que mantiene en vilo a sus amigos de la
residencia.
La llegada de la flemática Jean, la más prestigiosa de las cantantes de allí,
genera revuelo entre los habitantes del lugar pero el principal afectado es
Reginald, quien a pesar del dolor por haber sido engañado por ella no deja de
sentirse nuevamente impulsado hacia la reconquista de su antiguo y único amor,
aunque el tiempo parece no haber cicatrizado aquellas heridas del pasado.
La posibilidad del reencuentro, superado el rencor, de los cuatro y
armar otra comunión de voces para volver a ser disfrutadas en la gala anual por
colegas, personal de la residencia y amigos, entre quienes se destaca como gran
secundario Michael Gambon, se presenta en la alternativa de interpretar el
cuarteto de la ópera Rigoletto y en ese nuevo comienzo renace el valor de la
amistad por encima de las rencillas, celos, vanidades y todo aquello que para
la juventud resultaba importante y que en la senectud solamente es un mal
recuerdo.
El film de Dustin Hoffman en calidad de director es disfrutable de cabo a rabo
básicamente por contar con un reparto de lujo (todos ellos superan los 70
años), en primer lugar por brindarles personajes donde la vejez es un atributo
y no una carga o castigo y en segundo término por abordarla desde un enfoque
que privilegia la intensidad de vivir más que la irrefutable pérdida de la
juventud como parte del proceso natural del envejecimiento.
Cabe anticipar al público que en los créditos finales hay una pequeña sorpresa
que vale la pena descubrir para hacer la experiencia más completa y para salir
del cine con el ánimo renovado y el alma reconfortada.