Ahí va, relinchando y trotando por el campo, montado por el hombre, alimentándose de hierbas y de granos, fuerte y enérgico, con sus patas con un solo dedo y su cola corta prolongada por largos pelos. No tiene más armas que sus cascos, y su velocidad de huída le evita generalmente los enfrentamientos.
Con él siempre es
posible entablar amistad.
Si fuese una
persona, seguro sería buena gente, leal, estudioso, y vestiría elegante con smoking y zapatos bien
lustrados, para asistir a teatros y conciertos, quizás de la mano de su hembra,
la yegua.
En el corral o
atado a un palenque, se entristece y abandona su porte de galán, y espera la
puesta del sol para descansar, ya que al amanecer debe retomar las actividades
que le deparará el día.
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