Beso,
el primer beso, ¡qué recuerdo!, ¡qué sorpresa!, ¡qué miedo!, pero ¡qué
lindo! Algo que jamás se olvida. ¡Cuánto amor! Y qué vergüenza después. Roja
como el “tomate”, pero… se acepta el segundo y todos los que vienen, para, tras
once meses de noviazgo, llegar al matrimonio.
Ahí sí: no había dudas ni
temores, ni vergüenza.
Pero el
beso, siempre el beso. El beso, siempre como el primero.
Pasa el
tiempo de la ilusión, de la sorpresa y queda el recuerdo del vivido, porque
Dios dijo basta.
Pero conservo
el primer beso como algo maravilloso, como una luz en la memoria.
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