martes, 24 de junio de 2014

Espacio de escritura en acción…


Las que compartimos en la página son apenas algunas de las producciones de algunas de las “escritoras creativas” del taller…

Sólo una pequeña muestra de la gran cuota de imaginación que tienen quienes participan de este espacio de escritura en acción…

Ricardo Listorti

 

PACTO,  por Ana María Aletto

POR LAS VENTANAS DE LA CASA  ESCAPABA UNA MÚSICA MONOCORDE. NOS ENCONTRAMOS. QUERÍA ENTRAR LO MÁS PRONTO POSIBLE. SABÍA QUE TODO IRÍA BIEN.

ESTABA CONTENTO.  AHORA PODIA SER ÉL MISMO. NADIE LO VERÍA.  ERA NUESTRO SECRETO. HARÍAMOS  LO OPUESTO DE LO QUE LOS DEMÁS ESPERABAN DE NOSOTROS.

EN EL LIVING, SILENCIOSO COMO UNA TUMBA,  CONCENTRADOS EN DESCUARTIZAR AL PEQUEÑO GATO SIAMÉS, JURAMOS COMO LOS PIRATAS NO CONTAR QUE MATAMOS AL GATO DE LA ABUELA SÓLO POR DARNOS UN GUSTO.

 

DOS HISTORIAS O UNA
POR REGINA MARTÍNEZ PASTUR
Y llegábamos hasta el agua, que en un susurro de canciones y caricias nos hacía entrar en su profundidad con mágicas cabriolas. Nuestros sentidos se enfebrecían con movimientos ondulantes y gritos de aliento y alegría. Era mágico ese instante, casi sublime; tanto, que nos hacía sentir el contacto de las olas y el salitre de su espuma.

Y ahí lo espero como cada día. A él, al sueño envuelto en caricias. Pero no llega. Sólo  olas y caracolas vacías. Sé que se ha ido. Que ya no volverá. Se fue tras un grito de desesperanza. El de un niño que atrajo a muchos,  el grito de un niño buscando ayuda, aunque a él nadie pudo ayudarlo. Se  quedó allá en el fondo del azulverde…, y yo, en la arena seca, mirando el agua.

 

CONSEJOS, por  Jorge Omar Furlan

 

-          ¿Qué te sugiere la foto del niño frente al río, Juan?

-           Que ese niño “somos nosotros”…

-          ¿Cómo “nosotros”?  El niño es uno, Juan …

-           Y nosotros también. El que está ahí sos vos, y yo adentro, tratando de corregirte y asesorarte.

-          Te hice la pregunta para ver si lo recordabas.  Claro que sé que somos nosotros, Juan… Teníamos ese lugarcito en el mundo… Como propio. ¿Te acordás…?  Era un lugar muy íntimo, donde pasábamos mucho tiempo mirando el agua. El palito que flotaba, los chingolos en los juncos... Te lo puedo describir con lujo de detalles. En una curva, justo ahí, donde el agua hacía un remanso, se veía una pequeña cascadita… Hermoso lugar, que olía a naturaleza, y más hermoso aún, porque era nuestro. Sólo iba con vos, Juan… Era un sitio íntimo… Y mientras veía correr el agua, meditaba tantas cosas…  Cosas acerca de la vida… del futuro. ¿Sabés? Yo lloraba en ese lugar, por cosas que ahora me parecen pequeñas,  pero que en ese momento  eran verdaderos problemas… Al menos para mí… Era el lugar perfecto, porque nadie veía mis lágrimas. La adolescencia, pucha, qué complicada que fue… Por momentos quería sobresalir…  y en otros, desaparecer. No tenía en claro nada. Y nadie me hacía ver que las cosas podían ser distintas… Perdón… Sí… Había alguien. Uno. Vos, Juan, amigo inconmensurable… Te debo mucho… Bueno… ya que estoy jugando con las palabras, también “debo mucho” gracias a vos… Porque siempre hicimos lo que quisimos y eso tuvo su costo…, aunque puesto en la balanza de la vida, lo que pagamos fue menos que los placeres que recibimos… Sería largo de enumerar… Pero fueron muchas  las cosas que imaginé… que vi y que sentí sentado a la orilla de ese arroyo… ¿Y sabés una cosa…?

-          ¿Qué…?

-          Que hoy, con casi medio siglo encima, les quiero dar un consejo a todos los adolescentes…

-          ¿Cuál…?

-          Que busquen su lugar en el mundo… Ese sitio íntimo…, como “nosotros”. Que busquen ”su Juan”… Que pongan la balancita al medio y que lloren  y rían y mediten como lo hizo el niño de la foto, de esa foto en la que Juan y yo nos vemos reflejados.

 
 

Diálogo con “F”, por  Sara Bereslavsky

 

-Lo felicito, Funes.
-No faltaba más, señora Fátima.
-Los faroles quedaron flamantes con los focos fluorescentes.
-Don Fito, el ferretero, me los fió, señora Fátima
-El ferretero anterior, Don Fabio, no fiaba. Daba facilidades, pero se fundió. Lo recuerdo, era famélico y  usaba flequillo. Le decían “Fosforito”.
-Un día fatídico falleció por fumar. Flavia, su esposa, ni fu, ni fa.  Ella, de fama dudosa, lloró frente al féretro. La farsante junto a la fosa, fingía fidelidad.

-Dicen que no tenía freno. Se había floreado con Franco, el fornido farmacéutico. La familia sabía que la falaz se quería fugar con él.
- ¿Y cómo lo flechó?
-Lo flechó en la fiesta del folklore.
-En el festival flamenco la encontré feliz.

-Felicidad fugaz. Felipe, un francés de fama y fotógrafo de fortuna, filmó a Flavia.

-Fue cuando encendió un faso y el fuego se propagó empañando el fastuoso festejo.
-Fantaseaba con los famosos de los que era fanática.

-Por eso, a pesar del frío, no faltó cuando actuó el flautista Faustino Fabiani,  de la filarmónica de Filadelfia.

 

Cuánta “f”,  por Elsa Cachi Villanueva

 

-          Lo felicito, Funes.

-          No faltaba más, señora Fátima.

-          Los faros quedaron flamantes con los focos fluorescentes.

-          Don Fito, el ferretero, me los fio, señora Fátima.

-          ¿Cómo que se los fio Don Fito, Funes? ¿No llevaba usted bien forrados los bolsillos de su casaca con un fajo fabuloso  de billetes? Es lo que dice  casi frecuentemente usted… ¡Me falló, me falló! Es una faceta que no conocía de usted, Funes! ¿No será un ”fabulador”? Realmente me resultó un fiasco, puede que sea un caso  fortuito, pero…  no creo factible esa idea. Y ahora deje de farfullar  y corra a finiquitar la cuenta. ¡Ah, Funes, y que le dé la factura!

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